Soy de otro mundo o algo así, porque si no, no entiendo que no me guste montarme en las
montañas rusas. Todo el mundo me anima una y otra vez a subir, pero no sé cómo hacerles entender que NO ME GUSTAN. No es que piense que son
inseguras, ni mucho menos. Es la extraña sensación que te entra en el estómago cuando estás bajando a toda velocidad.
Aquí explican muy bien por qué la gente encuentra placer en esa sensación. A mí, personalmente, me provoca displacer. En fin, yo soy como el
Equipo A de los parques de atracciones: si quieres montarte en una y me encuentras, quizá pueda guardarte la mochila.
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