La verdad es que es tan fuerte todo lo que ha ocurrido, que todo lo que se puede decir es poco. Pero si tengo que elegir lo que más me ha impactado, es sin duda los comentarios de los que han estado allí ayudando y que contaban cómo los móviles que llevaban los muertos encima no dejaban de sonar. Es cómo si desde la esperanza de confirmar que su ser querido no había sido alcanzado, en realidad estaban intentando comunicarse con los muertos.
Y luego las autoreflexiones. Primero el sentimiento de ser afortunada porque no concozco directamente a nadie que haya sido afectado. Y justo a la vez, el sentimiento de rabia, impotencia y odio por lo que ha pasado, y temor por que vuelva a ocurrir. Y entonces piensas que por qué ahora te afecta tanto, y cuándo ocurre en otros sitios lo vives de forma lejana. La muerte, el dolor y la rabia es la misma en cualquier idioma. Nadie se merece ni la milésima parte de lo que ha pasado. Te gustaría hacer algo para ayudar, pero realmente tampoco ves que haya muchas cosas que puedas hacer. ¿O sí? Y luego miras al pasado y ves cómo las cosas se van olvidando, y dentro de unos pocos días volvermos a reirnos con las mismas gilipolleces que lo hacíamos hace 5 días, pero que en estos momentos ya no hacen ninguna gracia.
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