Cuando iba a empezar la universidad, hace ya unos añitos, me instruyeron en que sí quería coger un buen turno con buenos profes, y unas optativas interesantes, tenía que ir a hacer noche para tener un buen número y poder elegir. Eso me ocurrió los tres primeros años de carrera, pero luego las nuevas tecnologías se encargaron de gestionar el orden de matriculación mediante sorteo y/o salida de actas, evitando aquellos actos de socialización con nocturnidad (y, por qué no, alevosía).
Lo que me ha sorprendido es que este año, en pleno siglo XXI, los ciudadanos de los servicios públicos aún tenemos que seguir haciendo cola para poder acceder a los mismos. Sírvanse dos ejemplos: hacer deporte en el polideportivo de tu barrio (¿dónde queda eso de Madrid Olímpico?) y para apuntarse a un idioma en la escuela oficial (así pasa, que luego salimos de España y no pasamos del jjjjellloou mai naaame is ...)
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