Shamba, Shamba, Uéh, Uuuuuuuuueeeeeeeeéh

Y siguiendo con el tema del metro, ayer tuve mi 'primera experiencia' con Teatro Mágico. Al igual que relata Eduardo Laporte en su post de El naúfrago digital, también llegué con la actuación empezada. Me estaba cambiando de vagón (ya que me había montado justo en el extremo contrario por le que me tenía que bajar) y veo en medio del vagón al que subo un chico con un mono azul y el logo del metro. De lejos, me pareció el logo auténtio, y pensé que sería algún trabajador del metro con alguna reinvidicación/explicación por las averías/sabotajes (depende de quién lo cuente) que últimamente parece que se reproducen en el metro 'volador' de Madrid.

Pues no, llega a la zona donde estoy (digamos que el vagón podía dividirse en 4 zonas) y yo estaba en la tercera. El chaval comenta que los de esta zona teníamos que decir Shamba, Shamba, Uéh. A la de 1, a la de 2 y a la de 3. Digamos que como la mitad del grupo lo dijo (yo que estaba recién llegada y no sabía de qué iba, siento decir que no lo dije, y me arrepiento de no haberlo hecho). Además, me llamó la atención la cara de una señora (que por cierto, me recordaba mucho a mi vecina la guarra, por la cara de amargada, por no decir otra cosa, que llevaba). Por supuesto, que ni se le ocurrió seguir el juego, y seguro que pensó algo así como vaya tontería, gamberrada que está haciendo este idiota, a ver si no tiene otra cosa mejor que hacer para ganarse la vida (vamos en línea con algunos comentarios del post del naúfrago). Luego fue al cuarto grupo, y les dijo que la mitad tenía que decir Uuuuuuuuuuu y la otra mitad eeeeeeeeeéh.

Una vez 'entrenado' todo el vagón, nos acercábamos a la siguiente estación. Entonces, nos dijo: "Ahora, vamos a esperar a que se suban los nuevos pasajeros, que no saben nada de lo que hemos hecho, y vamos a ponerlo en práctica". El primer grupo dice Shamba, el segundo Shamba, Shamba, el tercero, Shamba, Shamba, Uéh y el cuarto Uuuuuuuuueeeeeeeeeéh. Total, que llegamos a la estación, se baja muy poca gente (seguro que más de uno que se tenía que bajar no lo hizo) y suben los nuevos viajeros. El chico, se pone en una esquina, tratando de pasar desapercibido. El metro tarda en salir de la estación unos cinco minutos (vaya novedad, ¿no?). Los nuevos viajeros, a lo suyo. Los que ya estabamos en el vagón, sin quererlo, nos echabamos miradas y risas de complicidad. Gente que yo no conocía para nada (y de la que nunca iba a volver a saber nada) ibamos a ser cómplices de un guiño a la sociedad.

Por fin arranca el tren, y comienza el espectáculo. Primera zona. La gente se corta un poco, y no se oye demasiado el Shamba. Segunda zona, ya se van animando, y queda mejor. Tercera, ahora sí que participo, pero lo mejor es que la señora amargada también, y ¡hasta sonríe! Fíjate que sabía y todo, la buena mujer. Cuarta zona, el remate. Genial, aplausos. Todo el vagón rebosa felicidad y energía. Personalemente me arrancó una sonrisa que en esos momentos no llevaba puesta.

Hago trasbordo, y en el nuevo andén me encuentro a uno de los pasajeros del metro anterior. Sonrisa de complicidad que nos intercambiamos.

Me parecen muy positivas este tipo de actividades. La gente paga una millonada por hacer terapias en grupo y actividades de risoterapia. Esta gente, te lo hace a cambio de la voluntad. ¿Qué más se le puede pedir?

Por si alguien tiene interés, fue en la línea 6, como le ocurrió al naúfrago.



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